Marisol, Buenos Aires
Marisol es una pequeña villa balnearia que se da el lujo de combinar en su región río y mar. Ubicada sobre la costa atlántica, al sur de la Provincia de Buenos Aires, despliega toda la belleza que la naturaleza le regaló ofreciéndose a sus visitantes para que éstos la disfruten sin restricciones.
Sus playas son sin duda son uno de los principales motivos para elegirla como destino para descansar y relajarse. Prácticamente inexploradas, seducen con su encanto agreste y la posibilidad de admirar paisajes que mezclan frondosas arboledas, imponentes médanos junto al tinte azulado de las aguas. Imperdibles los atardeceres en sus costas, viendo como el astro mayor se aleja en el horizonte.
Además de invitar a dorarse bajo el sol y tomar refrescantes baños, también es un sitio ideal para los amantes de los
deportes acuáticos; las
travesías que desafían el terreno; las tranquilas
caminatas o cabalgatas que permiten respirar el aire puro; la
pesca tienta en el cercano río Quequén Salado y el inmenso mar.
Pero esto no es todo, las
Cascada Cifuentes y
Mulpunleufú son un espectáculo majestuoso digno de admirar; la
Cueva del Tigre es un misterioso pero apasionante paseo; y el
Puente Viejo una obra arquitectónica imponente que fue destruida por una creciente.
Versátil, apacible y hermosa, Marisol convoca a toda la familia para unas vacaciones inolvidables.
Playas en Marisol
El mar se desplaza tranquilamente acariciando las costas con su espuma blanca; el cielo con un intenso azul se refleja en las cristalinas aguas; la tranquilidad parece haber erigido su morada en este lugar; sensaciones indescriptibles que invaden sin pedir permiso son la primera impresión del visitante de Marisol.
Extensas y anchas
playas, con arenas blancas que al alejarse de la costa se combinan con algún toque de verde, invitan a disfrutar del sol y las actividades al
aire libre. Las
caminatas son ideales para recorrerlas durante la mañana aprovechando la extrema serenidad que las envuelve; las
cabalgatas permiten descubrir rincones y postales más alejadas.
Sus 47 kilómetros de costa se encuentran casi sin modificar permitiendo apreciar la flora y fauna autóctona en un emocionante
safari fotográfico. Los médanos se suceden formando un cordón que invita a una travesía en
cuatriciclo, motos o
4x4 desafinado el terreno. Para quienes busquen más adrenalina y aventura la práctica del
windsurf, esquí, kayacs y
Surf se suman en las aguas del mar y el río Quequén Salado.